Jesús se apareció en 1674 a santa Margarita María de Alacoque mientras se hallaba en oración frente al Tabernáculo. No era la primera vez que Cristo se le manifestaba mostrándole su Corazón. En aquella ocasión, Jesús le pidió la «Hora Santa» de reparación, a hacerse todas las noches entre el jueves y el viernes, desde las once hasta la medianoche. En aquella Hora se hacía partícipe de la tristeza de Jesús en Getsemaní.
La agonía de Cristo y su oración en el Huerto de los Olivos
(Lc 22,39-46; Mt 26,36-46; Mc 14,32-42);
Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar». Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: «Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo». Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo: «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú». Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil». De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo: «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad». Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió a los discípulos, los encontró dormidos y les dijo: «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».
“Te suplico, Señor,
que la fuerza abrasadora y meliflua de tu amor
absorba de tal modo mi mente
que la separe de todas las cosas que hay debajo del cielo,
para que yo muera por amor de tu amor,
ya que por amor de mi amor, tú te dignaste morir”
(Absorbeat, san Francesco: FF: 277,1-2)