“El inefable don de la Eucaristía explicado paso a paso” parte 50
Antes de invitar a darnos la paz, el sacerdote reza la siguiente oración:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus Apóstoles: “La paz os dejo, mi paz os doy”, no tomes en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
En todos los momentos de su vida, Jesús transmitía paz, serenidad y confianza a todas las que se encontraba, fuera quien fuera, sin tener en cuenta sus fallos y si creían o no en Dios. Sólo tenía problemas Jesús aquellas personas que se creían buenas y superiores a los demás. Después de su resurrección siempre saluda con las palabras: Paz a vosotros. Por eso nosotros, a pesar de nuestros fallos, pedimos a Jesús la paz y el sosiego, para nosotros y para la Iglesia. Y nos damos cuenta que nuestra misión en el mundo es trabajar por la reconciliación, la paz, el diálogo y la buena convivencia, como hizo Jesús.