“El inefable don de la Eucaristía explicado paso a paso” parte 45
La plegaria eucarística termina con unas palabras de gloria de Dios: POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL, A TI DIOS PADRE OMNIPOTENTE, EN LA UNIDAD DEL ESPÍRITU SANTO, TODO HONOR Y TODA GLORIA POR LOS SIGLOS DELOS SIGLOS. AMÉN. Expresa esta proclamación que, sólo a través de la persona, en pensamiento y la vida de Jesús, podemos dar gloria a Dios y ponernos en comunicación con él. Jesús es el CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, nadie va a Padre, si no es por él. Sólo por Jesús, con Jesús y en Jesús, podemos encontrarnos con Dios, con nosotros, con los demás y con las cosas. Las demás personas, por muy santas que sean, sólo nos pueden ayudar a encontrarnos con Jesús. Cuando pensando en personas muy buenas, nos olvidamos de Jesús, nos separamos de Dios. Es Jesús quien ha de centrar, orientar, configurar y encaminar nuestra vida. Esto es precisamente lo que pretendemos en la celebración de la Eucaristía: Convertirnos en Jesús, para, a través de él, dar gloria a Dios entregando nuestra vida a los demás con lo hizo él…