“El inefable don de la Eucaristía explicado paso a paso” parte 40
Podemos decir que en la Eucaristía hay dos consagraciones: la del pan y el vino que se transforman en el cuerpo y la sangre de Jesús y la de la comunidad que también se trasforma en el cuerpo del Señor. Cada uno de los asistentes y la comunidad entera, se pone en manos de Dios y bajo la acción de su Espíritu para reafirmar su condición de miembros de Jesús que ya son por el Bautismo. Por eso se pide después de la consagración, en la plegaria eucarística, que los que participar en la celebración, sean UN SOLO CUERPO Y UN SOLO ESPÍRITU. Esa realidad de ser cuerpo de Jesús se consuma en el acto de la comunión, cuando Jesús entra en cada miembro de la comunidad, no para ser transformado en la vida de cada uno, sino para convertir a cada uno de los que comulga en miembro de su misma persona.