“El inefable don de la Eucaristía explicado paso a paso” parte 33
Después de invocar al Espíritu Santo sobre el pan y sobre el vino, el sacerdote dice las mismas palabras y realiza los mismos gestos que Jesús en la última cena con sus discípulos. El sacerdote pronuncia las palabras y hace lo mismo que hizo Jesús, pero es el Espíritu Santo el que realiza la transformación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Jesús. En este acto las palabras de Jesús se cumplen en las ofrendas colocadas sobre el altar, realizan lo que dicen y se hace presente la persona de Jesús. Aunque toda la plegaria eucarística, desde el principio hasta el final, tiene un carácter y una fuerza de consagración, podemos decir que este es el momento más importante. Como en toda la celebración de la Eucaristía, en la consagración, además de reconocer el cuerpo y la sangre del Señor, nos damos cuenta de que, los que creemos en Jesús, somos su cuerpo y su sangre, somos miembros suyos desde nuestro Bautismo, tenemos su misma vida y hemos de vivir y actuar movidos por su Espíritu.