“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”
El tiempo de Pascua, estallido de alegría, se extiende desde la vigilia Pascual hasta el domingo de Pentecostés. En estos cincuenta días la Iglesia nos envuelve en su alegría por la victoria del Señor sobre la muerte. Cristo vive, y viene a nuestro encuentro.
Oración de Misa: El Gloria
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso Señor,
Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
Eucaristía: Pascua eterna del Señor
Este es mi cuerpo, tomad y comed.
Ésta es mi sangre, tomad y bebed.
Ya no es pan y vino, eres tu divino
Emmanuel. La cena, el calvario,
la muerte, el sudario y su resurrección.
Eucaristía,
Jesús Verbo encarnado en María.
Banquete del amor de Dios,
Pascua eterna del Señor,
tu presencia aún en comunión.
En el desierto eres el maná,
El vino bueno del día en Cana.
Tú eres alimento para el mundo
hambriento de paz.
Señor de la historia, refugio de Gloria,
poder en la misión.
Fiesta de acción de gracias. Culmen de la Pascua. La llegada del Espíritu que trae el Fuego que purifica, que tiene el poder de santificarnos, que permanecerá con nosotros para renovarnos, animarnos e inspirarnos.
Es un día en donde recordamos la nueva creación, el hombre caído en el pecado y por el miedo, desesperado de la condenación a la muerte de Cristo, se renueva para retomar por el poder del Espíritu Santo creador, la nueva vida y su santificación.
Es también el día de celebrar la vocación misionera de la Iglesia de proclamar el Evangelio.
Pentecostés no debe vivirse solo un día, sino toda nuestra vida. Porque necesitamos quien nos recuerde la verdad de Jesús. Si la olvidamos, no sabremos quienes somos; ni tampoco llegaremos a ser verdaderos cristianos. Necesitamos, que el Espíritu Santo avive en nuestra memoria el recuerdo vivo de Cristo. No olvidemos Invocarlo, para ponernos en contacto con Jesús y pedirle que, a través de los dones del Espíritu, nos enseñe a vivir y a entender la grandeza del amor que Dios nos ofrece. Por eso Jesús nos dice en la escritura: “Les conviene que me vaya”; porque de esa manera Jesús puede llegar espiritualmente, al corazón de cada uno de nosotros. Creámoslo, invoquémoslo. ¡Sí, vivamos un eterno Pentecostés en nuestra Iglesia!
¡Ven, Espíritu Divino!
(Secuencia de Pentecostés)
El himno mas antiguo al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Divino
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.
Ver: Oraciones al Espíritu Santo
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