Cada 8 de diciembre, la Iglesia celebra el dogma de fe que nos revela que, por la gracia de Dios, la Virgen María fue preservada del pecado desde el momento de su concepción, es decir desde el instante en que María comenzó la vida humana. Fuente: Aciprensa
En el Evangelio de la fiesta el ángel saluda a María en estos términos: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (1,28). Se abre la visita con una invitación a la alegría. Chaire, además de significar el saludo convencional «salve», como de hecho lo usan Mateo (26,49; 27,29) y Marcos (15,18), Lucas le da una significación más intensa. Es la alegría que se solicita de Sión por la salvación que Dios le va a conceder en los tiempos finales: «¡Alégrate, ciudad de Sión; lanza vítores, Israel; festéjalo exultante, Jerusalén capital!» (Sof 3,14). Fuente: OFM Inmaculada
La Concepción Inmaculada es el don más delicado y poderoso de Jesús a su Madre. A ella Jesús le quiso aplicar los méritos de su muerte en forma totalmente especial, de modo que María es la única criatura que nunca, ni siquiera por un instante, estuvo sometida a Satanás. En esta prerrogativa la “enemistad” puesta por Dios entre la semilla de la serpiente y la semilla de la mujer es verdaderamente total. Desde la eternidad María es prevista y querida por la Trinidad Santísima, junto con la encarnación del Verbo en la plenitud de los tiempos. Dios pudo finalmente saludarla por medio de su arcángel Gabriel : “Ave María, llena de gracia”, criatura totalmente cubierta por la gracia divina.